Sueños, ilusión, decadencia. Tú.

Solo en esta inmensa casa. Papá y mamá han salido. Anhelan recuperar días de amor y susurro. Mis hermanos ya no se encuentran conmigo. Recogieron hace tiempo sus cazamariposas en busca de abrazos.

El silencio reina en estos pasillos. La hache muda educó mi lenguaje, ayudando a conjugarme en todos tus verbos. Participios e infinitivos ahogados en estas paredes, albergando celosamente el frío que hace doler, mis pies desnudos.

Descubro habitaciones en busca de recuerdos que me definan, señalando de este modo, un principio al que poder abrazar y besar en cuello. El olvido, cansado de volar, se posó sobre una polvorienta caja de zapatos. En ella, imágenes que describen a un niño de rodillas ensangrentadas, guardando orugas. Expectante por cultivar belleza en un hogar quebradizo y mustio donde los colores vivos no tienen cabida entre barrotes – lágrima. Aquel muchacho murió con ellas, incapaces de crear magia. Hoy, diviso una barca acercándose a través de un mar de orugas. Sus olas me llevarán hacia la sonrisa viva de mi niño.