Rosas blancas.

Sombras indefinidas en fotográfico movimiento se desplazan por este cuarto sin ventanas. Han encontrado al fin una cuna donde hacer dormir la inocencia de todos estos niños. (Pequeños, llego el turno de que nazcan lágrimas, con el único fin de recorrer rostros inmaculados. Son fruto de vuestra realidad) El hombre del saco mece la cuna.

Palpitaciones corroen las paredes agrietando mis colores, besando delicadamente la razón. Provocan horrorosos sueños de ti que jamás me atreví a relatar. Y es a escasos metros, donde grito tu nombre a una pálida silueta de ojos vendados, comiéndose las entrañas.

¿Cómo te puedo ayudar si continúo ahogándome en millones de motas de polvo? Si tan sólo pudiese evadir la espiral, provocando la muerte de una no – vida… Sería entonces, cuando mis escamados dedos acariciarían tus labios, barnizados en sangre.