Nubes de neón.

Anoche me metí debajo de mis sabanas. No me importó el calor, ni que mi cuerpo estuviese empapado. Cada vez que mi mundo se tambalea, busco protección en este improvisado santuario. Los portazos y gritos desaparecen dando paso a una respiración entrecortada. Mi corazón se desboca, los ojos comienzan a empaparse y un deseo de desaparecer golpea con fuerza las sienes. Quiero gritar pero mi voz se encuentra ahogada en melancolía. Y no busco más nada que prender fuego a esta alfombra de terciopelo que hace sangrar mis pies.

Son cientos los caballos que tiran de mí. Me llevan en la dirección contraria donde te encuentras. Es entonces cuando comienzo a susurrar tu nombre, ese que en ciertas ocasiones acabo escribiendo incorrectamente.

No quiero entristecer tus ojos. No quiero provocarte esa ternura que siento hacia ti.