A mi desconocida.

Me embarqué en una expedición. Crucé anchos mares y me topé con sirenas devoradoras de luz. Si, también fui alpinista. Sortee multitud de angostas montañas, muchos desfallecieron por el camino. Aun se preguntan como me mantuve en pie. Me adentré hasta las mismísimas entrañas de la Tierra. En aquellos recovecos hubo una encarnizada batalla entre arañas y murciélagos gigantes. Salí mal parado, pero ello no me trabó. No fue un impedimento para que continuara con mi viaje.

Dentro de una burbuja atravesé el cielo hasta llegar a una colmena de huracanes de hermoso cristal. Intenté sortearles, Dios sabe que es verdad. Pero uno de ellos me consumió.

Un número indeterminado de horas me obligaron a permanecer inconsciente. Al despertar, te encontré al otro lado. Te hice multitud de señas, grité con todas mis fuerzas, golpee el cristal hasta sangrar. Como respuesta a mis plegarias obtuve la visión de tu pálida figura.

Párpados cerrados con fuerza. Hilillos de lágrimas decorando las mejillas...

Soñé que me abrazabas al tener pesadillas. Me dormí dentro del huracán.