Hacía tiempo que no llovía por esta zona. Supongo que su ausencia despertó en mi interior cierta necesidad de contemplarla. Un paisaje contaminado adquiere ahora otra dimensión, una perspectiva diferente. Brochazos de témpera gris degradan los colores rojizos de mis atardeceres, redefinen recuerdos para una posterior interferencia en los actos.

Millones de lágrimas acarician ventanas de hogares cálidos, vienen para recordar debilidad, esperanza, sueños… Susurran sonrisas que ya nadie se detiene a escuchar. Un mismo trato reservado a nuestros mayores cuyos golpes de tos hacen sacudir purpurina.
Sábanas tejidas en lágrima cubren el cielo.